LA ALDEA

A la ladera del monte, bajo un bosque solitario, mirando al Sol oriente, una aldea vive y duerme, bajo la bóveda celeste, soñando. Una sutil riega de aguas puras, cristalinas…. bajando; por la aldea, la calleja atraviesa, y por un profundo barranco, entre la maleza del bosque, se precipita corriendo y saltando; y con un beso al río Santo llega y juntos al bravo mar van entre peñas y valles jugando.

Y en medio de la aldea, a una plaza risueña, un frondoso nogal adorna su encanto; con sus callejuelas abiertas, al campo abre sus brazos….caminos son que llevan ilusiones, esperanzas y trabajo.
A un lado de la plaza, un lavadero para los lugareños y  dos fuentes de cristalinas aguas claras en sendos cocinos vierten sus lágrimas remansadas donde los dóciles animales prestos beben y en su imagen se embeben  en el agua reflejada.

La aldea, reina es del campo, que al Sol embelesa siempre mirando; coronada de peñas blancas que al cielo retan en lo más alto y en medio de la floresta, vestida de ríos y verdes prados, allí transcurre su vida con sus huertos y ganado.
Los verdes prados y las fértiles huertas, del Río Santo reciben sus saltarinas aguas claras en sus riberas.

Casas típicas de la montaña en rústica aldea; todas son vecinas, todas amigas, todas unidas sin llave que cerrar: hogar, cuadra y pajar.
Y en la aldea no hay brazos quebrados, siempre están dispuestos al diario trabajo y siempre con una mano tendida al vecino necesitado.
Aquí, nobles y discretos labradores, en su afán primero, al cuidado de su hacienda dedican su tiempo, y en comunes provechos, en estos lugares, hombres libres son de codicias y enemistades.

Así, de este modo, feliz vive el aldeano y al tiempo dedica su esmerado trabajo, porque no hay hombre que presto olvide su sueño añorado.Y en las tardes umbrías cuando ya el Sol declina y la noche oscura se cobije en los brazos del misterio, las casas de la aldea se iluminan de vivos destellos y al amor de la lumbre se avivan, en franca armonía, comentarios, preocupaciones y vagos recuerdos.

Y cuando a la salida del Sol, con un nuevo fulgor a la aldea cambie  su aspecto; y las cantoras avecillas acompañen con sus armoniosos acentos, a las bulliciosas calles llenas de vida de múltiples animales dispersos; y sus rayos fecundos despierten de su  letargo profundo a la incipiente primavera, y el valle se adorne de   floridos verdes campos entre bravas aguas turbulentas, los aldeanos todos, con el corvo arado uncido, roturan ya la esperanzada sementera.
…….y como buenos cristianos, cada año brindan a San Roque en la ermita,  un ramillete de uvas albas como primicias. Y en cada rincón una vivencia, un recuerdo, una ilusión, una sonrisa, un perdón.

La aldea huele a campo, a flores, frutas, a heno y a ganado; a miel de abejas libando, a gente amable trabajando; es así  la vida: una aventura que llega y pasa volando.

Quien entender sabe del alma que al corazón brinda la aldea, comprenderá fácilmente el típico lenguaje del aldeano en su tierra lebaniega; con esas palabras melodiosas el montañés las revive cariñosas; las  frondosas montañas con jubilosos ecos repetidos, al valle amigo llama con sonoras ondas y los animales todos, confiados, las recuerdan amistosas.

 La aldea con los niños juega a las nueces rodando por la calleja, con los renacuajos en los cocinos el agua chapotean, con los chones gruñendo tras ellos reniegan y con las vacas amigas a pacer las invitan, montañas arriba, y tan felices viven de este modo ocupados gran parte del día.

 Aquí, el tiempo y la suerte caprichosa, al bienestar, la vida actual nos llevó; recordad las antiguas vivencias honrosas que la humilde aldea en la tierra nos dejó.

Un pueblo sin sus tradiciones, pueblo es sin vida; no hay vida sin memoria  quien de la memoria olvida. Hemos accedido a un mayor nivel de vida que sin duda alguna ha cambiado las costumbres en el Valle por entero; compartámoslas cual nacientes brotes de una nueva rama de un árbol longevo.

                                                Miguel A. Prieto Cuevas - 2025.

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