|  La  cuadrilla 103 volvió al monte tres días después de haberlo hecho en Bedoya. Hoy  toca cazar en el lote de Poda-Cordancas. A las ocho de la mañana ya estaba toda  la cuadrilla en el aparcamiento de Lebeña para presentar sus acreditaciones ante la  guardería y recibir las últimas recomendaciones del jefe de la cuadrilla. “Hoy  los monteros van a entrar unos por aquí, por Lebeña, y otros por Cicera, así  que a ver cómo nos resulta…….”, les indicaba Jorge.
         Amanecía  un día bastante encapotado, pero poco a poco las nubes se fueron levantando y  el sol hizo pequeñas apariciones, lo que agradecieron los cazadores. El lote no  es de los mejores, ni de los más valorados por la cuadrilla, ya que se da la  circunstancia que pocas veces se le dio bien. Es un lote con grandes desniveles  y por la  parte de Cordancas con un  bosque muy cerrado, idóneo para albergar a los jabalís que, amparados en la  maleza, ofrecen una gran dificultad a la hora de abandonar sus encames,  sabedores quizá de su destino en caso de salir de allí.         Cerradas  las formalidades y sorteados los puestos, los cazadores, con sus coloridos chalecos,  abandonan Lebeña en dirección al lugar donde les correspondió. Muchos creen que  los jabalís distinguen los colores, pero no es cierto. Es un animal daltónico. Así  que el chaleco no alertará a la pieza, pero sí a los compañeros a la hora de  disparar, para evitar accidentes.         Los  puestos estaban colocados a la vera del río Deva, por el camino Viejo, Cantu de  las Huertas, Arcedón……  Y en cuanto los cazadores  se asentaron en sus puntos, entraron los   monteros en acción.         Tardaron  los perros en encontrar rastro y cuando así lo hicieron, levantaron un jabalí cerca  del pantano de Lebeña, que emprendió una veloz carrera. “Atentos los que estáis  en el ríu, que va en esa dirección…...”, avisaban los monteros. El jabalí, de  momento, no llegó al río, cruzó un encinal y se metió en dirección al Camino Viejo  donde estaba de puesto Chico. El cazador le pudo hacer un disparo, pero solo  sirvió para que el jabalí cambiara su giro y sin ningún miramiento ni cautela cruzó  la carretera general para vadear el río Deva y adentrarse en el lote de  Arabedes.  “No  hay jabalís, los perros se hartan de andar y no encuentran demanda…..”, avisan  los monteros. “Algunu habrá. Seguru que por la parte de Cicera andan a las castañas..…..”,  les replicaban. Efectivamente, en Joldupe estaba Jorge, el jefe de la  cuadrilla, escuchando y manejando los avatares de la cacería, pero a la vez sin  desatender el puesto de tiro que tenía asignado. Y para dar ejemplo a sus  compañeros fue el primero en detener la trayectoria de un jabalí que traían dos  sabuesos. No necesitó nada más que un disparo para ello, aunque hay que  reconocer que tampoco le pasó muy lejos. Era un buen ejemplar, de unos 80  kilos.          Parecía  que el día se animaba con la presencia de marranos, y más cuando los perros de  Anibal levantaron otro jabalí. “Atentos los que estáis en Arcedón, ahí os va.....,  atentos…….”, les avisaba el montero. Allí estaban de puesto Nel y Mena que se  pusieron en alerta y cuando Nel ve asomar al jabalí, le dejó acercarse y cuando  le tuvo en la mira le soltó un par de pepinazos, que para poco sirvieron, ya  que el marrano aceleró su marcha. ¡¡Las pestes que sacó Nel por aquella boca…...!!!,  además con razón porque pocas veces va a tener a un jabalí tan a huevo, pero  así es la caza, no siempre se acierta. Decíamos que el marrano había acelerado  su marcha, y llegó hasta donde estaba Juan Antonio Mena que también le tiró,  pero con el mismo resultado que Nel, escabulléndose el jabalí por el monte y cavilando  que éste año quizá pueda comer el turrón por aquellos lares.         Decíamos  que en el Camino Viejo estaba colocado Chico y hasta allí se presentó de nuevo  otro jabalí que en ésta ocasión venía sin perros, pero que Chico atisbó al oir  el ruido de la piedra suelta que hay en el lugar y que el jabalí movía en su correteo.  Dos disparos sirvieron para que el marrano se diera la vuelta y emprendiera una  vertiginosa carrera peña arriba. Al acercarse luego Chico pudo comprobar que el  jabalí iba herido por un pequeño hilo de sangre que iba dejando. “Teneis que  venir algunu para meterle los perros…...”, avisaba Chico a los monteros. Así lo  hicieron, pero, por más vueltas que dieron, no fueron capaces de dar con el paradero  del marrano. Seguro que se metió en la Cueva Mora a lamerse las heridas…..         Era  ya bien avanzado el día y parecía que solo iban a bajar en los remolques el  jabalí de Jorge, pero no fue así, ya que en Joyupernal estaba Serafín, que  conoce tanto la Peña la Ventosa como sus alrededores de memoria. Tan bien lo  conoce que estaba colocado en el sitio exacto por donde intentaba cruzar un  jabalí que traían los perros de David. Y Serafín, en cuanto le tuvo encuadrado  en la mira, no dudó en soltarle un disparo que sirvió para dejarle casi seco,  porque tuvo que repetir  para rematarle.         Se  acercaba ya la hora de ultimar la jornada y Jorge mandó recoger los perros y dar  por finiquitada la cacería, que, resumida, no resultó muy entretenida. Salieron  pocos jabalís y por consiguiente los perros tampoco tuvieron muchas ocasiones  de lucirse, lo mismo que los que estaban en los puestos, que apenas resonaron disparos  y la mayoría de los que hubo, se fueron al limbo. |