Llegó el cierre de la temporada para la cuadrilla 103. Hoy subió al monte para echar la cacería que en su momento se suspendió por culpa de la pandemia. Toca cazar en el lote de la Hoyona que está por terrenos de los pueblos lebaniegos de Cueva y Avellanedo hasta los límites de la provincia de Palencia. No es un lote de los mejores, pero “estuvimos el otro día mirando y se ve algo revuelto” indicaba Chanchel, el jefe de la cuadrilla.

“Hoy vamos a echar lo primero la zona alta del lote y luego lo haremos por la parte de Cueva. A ver si terminamos pronto y luego nos juntamos todos para pinchar algo”, les seguía comentando.

Aunque los servicios meteorológicos anunciaban agua y fuertes vientos, la mañana no estaba mala, únicamente el viento sur que en aquellas alturas era bastante frío, pero se podía aguantar.

Una vez colocados los puestos, entran los monteros con los sabuesos y después de dar vueltas y más vueltas no encontraban nada, tanto es así que ni siquiera llegaron a soltar. “No hay nada, ni se ven rastros. Hay que cambiar porque no hacemos nada”, pregonaban los monteros.

Eran ya las 12 de la mañana y el jefe de la cuadrilla mandó cambiar los puestos.  “Vamos a entrar con los perros por encima del pantano de Cueva, por esa zona vimos el otro día señales de jabalís”.

Efectivamente, no tardaron los perros de David en empezar a cantar, era una buena señal.  “Acaban de levantar, me parece que llevan dos, no los vi bien, pero me parecieron dos. Atentos arriba”, avisaba el montero por la emisora.

No tardaron en sonar los primeros disparos de la jornada. Uno, dos, tres….., y al poco rato “Le maté, creí que se me escapaba, maté a unu de los dos”. El que así se expresaba era Valentín el “maestro” que es un invitado fijo que pertenece al grupo de los jubilados.

No tardaron los sabuesos en levantar del encame a más jabalís. Precisamente eran también dos ejemplares que intentaron cruzar la barrera de los puestos cruzando una praería. Por allí andaba Chanquel, un invitado de Lomeña que vació el cargador, pero los marranos se quedaron en el monte para que la especie no se extermine, así que la próxima temporada ya sabemos donde habrá jabalís esperando nuevas aventuras.

Eran ya las tres de la tarde y Chanchel mandó recoger los perros. “Vamos a dejarlo, así que coger los perros y vamos a juntarnos todos encima del pueblo de Cueva en unos praos para comer unos pinchos. Este año están los bares cerrados y no nos podemos juntar para despedir la temporada. Pero lo vamos a celebrar igual, ya sabéis que hay que guardar las distancias y poner las mascarillas”, les advertía.

Y lo celebraron a lo grande, cumpliendo las normas sanitarias, pero también las culinarias. Los tortos, los chorizos y quesos rodaron por el prau para que todos quedaran satisfechos. Y claro, tampoco faltó el buen vino y alguna que otra canción. Lo que pasa es que no lo debían de hacer muy bien, me refiero al cante, porque enseguida apareció la lluvia y tuvieron que refugiarse en los coches para emprender la ruta cada uno a su casa.

Y así se puso fin a la temporada. Una temporada un tanto atípica para todos, pero en especial también para la cuadrilla, donde no se cobraron muchas piezas, pero se disfrutó de la caza lo que buenamente se pudo. Ahora a limpiar las armas y colgarlas hasta la próxima temporada. Seguro que será mejor para todos en todos los sentidos.