Felipe de las Cuevas
Gómez, hasta la última gota
Felipe de las Cuevas Gómez nació en el año 1.889 en el pueblo de Trillayo. Sus padres fueron José Timoteo de las Cuevas, nacido en Esanos y Leoncia Gómez de la Fuente, que lo había hecho en Trillayo, donde, una vez casados, se establecieron y procrearon cinco hijos: Manuel, Pedro, Felipe, Elisa y Tomás.
Su padre, José, fue una persona instruida que en el transcurso de su vida llegó a ser Secretario del Ayuntamiento de Cillorigo. En Trillayo atendía a una pequeña ganadería de su propiedad, además de la propia labranza de sus tierras. Se quedó viudo y en el año 1.920 se volvió a casar trasladando su residencia a Tama, donde trabajó en el Ayuntamiento y donde vivió hasta su fallecimiento.
Como formado que era, José siempre trató de educar lo mejor posible a sus hijos, mandándolos a la escuela del pueblo y no permitiendo que perdiesen las clases, aunque luego, en sus horas libres, tendrían que ayudarle en las tareas domésticas. Pero, "había una vida mejor que la que llevábamos con vacas y ovejas", decía su hijo Felipe en alguna ocasión.
Emigración
A principios del siglo XX Liébana no podía cubrir todas las necesidades básicas que necesitaban sus pobladores. El futuro, hace ya unos 100 años, estaba lejos de Liébana. Sus habitantes tuvieron que recurrir a la emigración en busca de oportunidades. Los países centroamericanos, como Cuba y México y también Argentina fueron las principales sedes de dicha emigración. Se fueron con una maleta y una vida por delante para regresar con distinto éxito, en ocasiones con fracaso. Salieron a buscarlo y no siempre les fue bien en el intento.
Algunos de estos emigrantes hicieron fortuna, grandes fortunas incluso, y buena parte de sus capitales cruzaron el Atlántico en dirección contraria y contribuyeron a que Liébana se desarrollase y se modernizase. Pero por encima de todo y en la medida de sus posibilidades, todos tenían una característica común: no olvidarse de su tierra.
En el año 1.900, Manuel Cuevas, el hermano mayor de Felipe, emprende viaje a México donde se establece junto a otro vecino de Pumareña, Jesús Soberón, en un almacén de abarrotes llamado "La Torre de Potes". Pocos años después, en 1.903, con catorce años Felipe sigue sus pasos y de la mano de D. Luis de las Cuevas llega a la capital mexicana trabajando para D. Luis en su almacén denominado "La Sevillana". Con el discurrir del tiempo llegaron a ser socios junto a otro vecino llamado Gerardo Cantero.
Unos años más tarde, México sufre la revolución y para los españoles se avecinan tiempos muy malos. En el año 1.914 a Felipe le tocó sufrir los atropellos de los zapatistas que saqueaban a todo aquel que presentían con dinero. Lo necesitaban para sufragar los gastos de la guerra en contra del gobierno de Madero. A Felipe le desvalijan, perdiendo buena parte de su negocio y tiene que huir y refugiarse en la capital. A la vez, una gran epidemia asola al País de la que Felipe no puede librarse. La ciudad de Veracruz llegó a estar en cuarentena por enfermedades infecciosas y en el año 1.915 Felipe, enfermo, regresa a España junto a su socio Luís de las Cuevas.
Fueron varias las veces que cruzó el charco. En alguna ocasión sus vecinos, desde México, le mandaban jocosamente recuerdos de Zapata. Pero Felipe no se arruga y no contento con la forma que había perdido parte de su hacienda, da los pasos necesarios para regresar de nuevo a México y el 16 de Mayo de 1.917 emprende de nuevo el viaje desde el puerto de Santander junto a sus hermanos Manuel, Tomás y Elisa.
Su hermano Manuel regresa a España en el año 1.918 y Felipe le compra la tienda denominada la "Torre de Potes", pasando Felipe a vivir en la planta superior del establecimiento. En 1.921 con un capital, aunque no muy grande por lo menos lo suficiente para poder establecerse en España y vivir cómodamente, regresa definitivamente a la tierruca junto a otro indiano del valle, Gerardo Cantero.
Regreso a la tierruca
Una vez en Trillayo, en el año 1.922 compra una finca en la Prada, la cierra de piedra y la planta de vides, a la vez que se hace socio de la “Sociedad de Amigos del País” para mejorar la cabaña de vacas tudancas. Felipe fue un gran entusiasta de la ganadería, especialmente de la raza autóctona de Cantabria y se hace con una pequeña cabaña de vacas. En el año 1.934 construyó una nueva casa en Trillayo.
Felipe se mantuvo soltero y fue un hombre muy religioso, con un carácter abierto y con unos ideales políticos más cerca de la derecha liberal, pero a la vez tenía un amplio y marcado sentido social. Se definía como “republicano de derechas” y se consideraba más progresista que conservador, pasando por un profundo respeto a las ideas y al trabajo de los demás.
Obras
Muchos fueron los indianos que dejaron su huella en Liébana costeando con sus ahorros, casas, asilos, iglesias, puentes, traídas de aguas, lavaderos, carreteras, escuelas, etc.. Todo para mejorar la calidad de vida de los que fueron sus vecinos en sus pueblos natales.
Felipe no quiso ser menos y siempre se preocupó por las más elementales necesidades de sus vecinos resaltando principalmente las infraestructuras y la educación. El pueblo de Trillayo tenía unas carencias ostensibles. El edificio de la escuela se estaba cayendo y, como en el resto de Liébana, había una tasa de analfabetismo bastante grande. El agua se encontraba lejos del pueblo, concretamente en el camino que va hacia Castro y las mujeres tenían que ir a lavar al río.
Felipe fue el que dio los primeros pasos para levantar un nuevo edificio para que los niños pudieran tener una escuela digna donde recibir la educación. Por otra parte, en el año 1.924, juntamente con otro indiano del pueblo llamado Gerardo Monasterio, realiza a sus expensas una nueva traída de agua hasta una fuente pública, con abrevadero y lavadero en el centro de Trillayo. Eran necesidades perentorias y como no soportaba el abandono y la miseria, puso todo su empeño, junto a su dinero, para dotar a su pueblo de Trillayo de bienes tan básicos como la educación y el agua. Todo un acontecimiento fue la inauguración de la fuente en el año 1.924. Cerca de doscientas personas del valle de Bedoya se dieron cita en el pueblo para agradecer tanto a Felipe como a Gerardo su gran obra benéfica.
Su afán por solucionar los problemas de sus vecinos y por poner remedio a las grandes carencias que había en el valle de Bedoya, no acabaron en saco roto y pronto sus convecinos le nombran Presidente de la Junta Vecinal del Concejo de Bedoya, cargo que ostentó durante muchos años hasta su fallecimiento.
Guerra civil española
Por esos tiempos corrían malos vientos en la política nacional; la república se hizo con el poder hasta que por fin estalló la guerra civil española. Las envidias, los celos, las desavenencias provocaron lo que nunca debió suceder. Se desencadenaron los asaltos, las detenciones, los encarcelamientos y en ocasiones hasta las ejecuciones, a veces entre los mismos vecinos.
Felipe no soportaba que nadie pasase hambre. Como económicamente era de los más pudientes, muchos se le acercaban en petición de auxilio. Nunca negó nada a nadie, incluso para aquellos que no comulgaban con sus ideales. Estaba muy por encima su sentido social que su sentido político.
Durante la guerra civil española tuvo que sufrir mucho. Liébana estaba tomada por la gente de izquierdas y a todo aquel que sospechasen con dinero, tenía la espada de Damocles encima. A Felipe le registraron la casa, le saquearon y le llevaron todo lo que encontraron, incluido el dinero y las vacas. Estuvo detenido para tomarle declaración en varias ocasiones, aunque no llegó a pisar las cárceles. No sabían de qué acusarle, pero era considerado un sospecho, solo ellos sabrán de qué.
El día 29 de Octubre del año 1.936, estando en San Pedro de Bedoya, recibe una comunicación para presentarse en Tama en el Ayuntamiento. Felipe se quedó pensativo y aunque el requerimiento podía ser debido a algún asunto relativo al concejo de Bedoya de donde era Presidente, también pensó que lo que se tramaba era su propio fin. Cuando llegó al Ayuntamiento y sobrepasó sus puertas se encontró con trece personas. Tuvo tiempo a contarlas y ver que de todas ellas, a once les había dejado dinero en alguna ocasión y en la mayoría de los casos aún no se lo habían devuelto. Los miró a los ojos y no encontró en ellos nada más que odio. Entonces se dio cuenta del verdadero motivo del requerimiento.
En un aparte pudo contactar con el molinero de Castro, amigo de la familia, que había acudido al Ayuntamiento a arreglar unos asuntos y le pudo entregar el poco dinero que llevaba encima y una pequeña nota que le escribió a su hermana Elisa. Solo ellos sabrían lo que contenía tal misiva. Luego le subieron a un coche con el pretexto de ser conducido a Potes, pero no era verdad. En Ojedo, en vez de girar a la derecha en dirección a Potes, siguieron todo recto hacia Piedrasluengas. Felipe al darse ya perfecta cuenta del "viaje" se resistió, pero de poco le sirvió. Lo que sucedió luego, solo lo pudieron ver los del Batallón 125, que sin ningún valor moral ni fundamental, sin tolerancia, ni solidaridad y sin respeto a la vida humana, fueron los que en el mismo coche le mataron. Un solo tiro en la nuca acabó con la vida de Felipe.
A uno de sus asesinos le vieron luego en Pesaguero limpiando la sangre del vehículo y jactándose de la “obra” que había hecho. Triste final para Felipe, un buen hombre que solo supo dar todo lo que tenía, incluido la última gota de su propia sangre.
- Aportación familiar
- Archivo particular
José Angel Cantero - Julio 2.008 |